El helado de vainilla, en especial el cremoso, resulta muy apetecible, si bien su aporte calórico es muy elevado debido las características de los ingredientes que se usan para elaborarlo. En el ámbito de la repostería profesional, este proceso recurre a unas máquinas (heladeras) donde se vierte la crema. Mediante un volteo continuo dentro de la cubeta, a muy baja temperatura, se consigue un helado de textura muy cremosa. Sin embargo, el procedimiento no termina ahí. Tras sacarlo de la heladera, se debe introducir un tiempo en el congelador, dentro de una cubeta, para que adquiera cuerpo.
Si no se dispone de este electrodoméstico, se puede verter la crema en un recipiente de cierta altura, introducirlo en el congelador y remover cada 15 ó 20 minutos con un batidor de varillas manuales. De este modo se consigue que espese de manera uniforme y no se cristalice. Si se deja congelar la crema sin remover, se forman pequeños cristales de hielo y el helado adquiere una textura similar a un granizado.
Variantes
Los ingredientes básicos del helado de vainilla son: leche, nata, huevos, azúcar y vainilla
Las posibilidades de elaborar un helado cremoso de vainilla son numerosas, ya que admite infinidad de matices y variantes. No obstante, pese a esta diversidad, los ingredientes básicos son: leche, nata, huevos, azúcar y vainilla. Es preferible que la leche, la base del helado, sea de vaca y fresca. La nata dan un toque de finura a la crema, mientras que los huevos (yemas) actúan como ligazón o espesante y las claras batidas a punto de nieve, que se añaden a la crema en el último momento, cuando ya está fría, consiguen cierta esponjosidad y que ésta aumente de volumen. El azúcar o edulcorantes dan el dulzor necesario al helado y la vainilla infusionada con la leche es la responsable del aroma y el sabor principal.
Los matices del helado están marcados por los acompañantes frutales en forma aromática (limón, pomelo, lima, naranja), que se añaden en la infusión de vainilla. También se pueden dar toques más exóticos con un poco de canela agregada a la infusión. Todos estos aromas deben complementar, pero en ningún caso tapar, el auténtico olor y sabor de la vainilla.
Paso a paso
El proceso de elaboración casera comienza con la mezcla de los ingredientes. Se vierten la leche, la vainilla, la canela, la cáscara de naranja, las yemas y el azúcar en un recipiente y se calientan al baño maría, sin dejar de remover. Tras unos minutos, se pasa esta mezcla a un cazo y se cocina a fuego lento, también sin dejar de remover, hasta que espese. Se añade esencia de vainilla y se espera un minuto para que adquiera el aroma y sabor deseados. La mezcla se vierte en un recipiente frío y se cuela. A continuación, se funde con la nata (batida con parte del azúcar), se tapa y se guarda en el frigorífico durante una hora.
Tras añadir las claras batidas con el resto del azúcar, se guarda de nuevo en el frigorífico, donde se mantendrá durante unos 20 minutos. Pasado este tiempo, se bate antes de conservarlo en el congelador durante tres horas. Hay que remover de vez en cuando para que no cristalice. Una vez congelado, ya está listo para servir. Si se quiere ablandar, se guarda antes en el frigorífico durante diez minutos. El plato puede completarse con frutos rojos acidulantes, como grosellas, frambuesas o fresas. También se complementa muy bien con trozos pequeños de chocolate, fundido o como acompañante de un café.
FUENTE: Consumer-Eroski Alimentación: http://www.consumer.es/alimentacion
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